lunes, 17 de agosto de 2015

P E R M A N E C E R (I)



Yo lo sabía,
no podría permanecer,
la estrella no brillaría
hasta el amanecer.

Tú conociste mis ojos
como tinieblas urbanas,
tú aprendiste de mi rostro
el color de las bestias temerarias;
tú adivinaste a la luz de las bengalas
el inicio del despertar,
tú admiraste en la juventud
a quien siempre te iba a esperar.

Tú sabes dónde comienza
la vida;
yo sé dónde
se cuelan tus heridas.
Y tú sellarás el legado
para que muera junto a mí;
se cruzarán los extraños
como sombras de marfil.

¿Recuerdas cuánto olvidaste
prisionero del miedo,
que con un puñal vengaste
y tus promesas polvo se hicieron?

La rosa de tu regalo
se fue con el vendaval y marca el destino,
al sur con tu engaño
y al norte con tus años perdidos.

Tan sólo te pido que mires en mi iris
el temor verdadero.
Sólo te pido que cortes los años imperiosos
que lloran tu recuerdo infantil.

El túnel del tiempo te envuelve ante mis ojos
cual fácil presa que no puede escapar,
y los segundos te atrapan como comisarios furiosos,
seguros de que ya no saldrás.

El miedo es lo único que permanece entre nosotros
presenciando la armonía del dolor a la vez,
y todos nos miran como a los otros
cuyos traumas nunca llegarán a conocer.

(Nadie camina en nuestros zapatos rotos.)




Extraído de "La flecha envenenada y otros textos", 
Milza López, 2007.

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