El blanco, que nace en el viento
Que es dolor al caminar,
Que mató cariño en infinito tiempo,
Hoy se va
En donde guardó lamentos
Que no abrirá
En su deseado arrepentimiento.
Y de la mano de otra no tendrá amor
Ni maravilla en la obra
de su corazón.
No hay color en la sombre de su ilusión
Ni futuras horas al rumor de su voz;
Él se va para siempre
Tomando todas las armas blancas,
Él se va y no vuelve a
Al Castillo de su amada.
¿Dónde estás señor de blanco?
Tu mirada me miente
Y se muere de miedo.
¿Qué le hiciste al pasado?
Tu voz temblorosa muerde
El velo eterno del silencio.
Dibuja en las nubes
Toda tu tristeza
Haz que llueva para siempre
Y que no llegue la primavera.
Quiero vivir en el invierno
En el que no existas,
Todo es blanco y sin recuerdos,
Todo es negro y sin vida.
Van cubiertas de gris las imágenes
Que atraen tormentas,
Se derraman días en ciudades
Y campos en promesas.
Pinta árboles y flores
Con el color de tu alma fingida,
Que todo el planeta erosiones
Con la fuerza de tu ira,
Responde a todas mis preguntas
Con tu último ángel,
Que él me hable hasta que suene
La campana de mi sangre.
O sal al fin de cacería
Y atrapa mis sueños,
Ponlos en un cofre
Y quítales la vida.
Yo ya no quiero tenerlos,
Y no hay razón para que aún vivan.
Las velas en el cielo de l luna,
Tus manos sobre el hemisferio del mal,
Las oraciones con angustia
Y la explosión de la eternidad
Viajan por memorias impuras,
Atravesando mis latidos, y la verdad
Consumida yace con la espuma
Y la niebla de tu infinito mar.
Dibuja en mis ojos
Toda tu belleza,
Hazme llorar para siempre
Y así no ver, niño de blanco,
Tu primavera.
Fotografía original del autor, sur de Chile 2011. |
Milza López
Extraído de "La flecha envenenada y otros textos"
Publicado en 2007
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