Esperando quieta,
Rezando casi muerta,
Llorando gélida,
Soñando huellas…
Por dónde debió vivir,
Por donde no supo caminar,
Lo que debió seguir,
Al que no supo matar,
Por dónde no debió dormir,
Por dónde no supo desandar,
Lo que debió sentir,
Al que no supo amar…
Es fuego líquido y metal blanco,
Culpable y rítmico
En la virtud del llanto,
No puede volver atrás
Ni retroceder sus días,
Sólo recordar
Palabras sin armonía
De la tragedia de su voz,
Del secreto y la envidia.
¿Muere ella sin dolor?
¿Se oscurece sin brillar?
¿Cae recóndita de temor?
¿Calla por siempre sin hablar?
Cerrará los ojos
Y se hará olvido,
Canción de locos,
Un himno perdido.
Alí, Ezel y Bahar, escena de Ezel. Fotografía de Ay Yapim. |
Extraído de "La flecha envenenada y otros textos",
Milza López, 2007.