Cristo, cerviz de noche, tu cabeza
al viernes otra vez, de nuevo al muerto
que volverás a ser, cordero abierto,
donde la eternidad del clavo empieza.
Ojos que al estertor de la tristeza
se van, ya se nos van. ¿ Hasta qué puerto?
Toda la sed del mundo te ha cubierto,
y de abandono toda tu pobreza.
No sé cómo llamarte ni qué nombre
te voy a dar, si somos sólo un hombre
los dos en este viernes de tu nada.
Y siento en mi costado todo el frío,
y en tu abandono, a solas, hijo mio,
toda mi carne en ti crucificada.
Obra "Cristo Yacente" en lápiz sobre papel de Claudio Bravo. |
Miguel Arteche Salinas (1926-2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario