Voy a mirarme en el inexorable reflejo
de todos mis años,
voy a pelear contra la verdad frente el espejo,
mas no podré vencer jamás desde mi hemisferio vano.
Y así comienzo a sangrar,
la claustrofobia no puedo evitar.
La herencia de los ángeles
es miedo hecho colinas,
la sangre de Los Alpes
hecha muerte y hecha vida.
La suavidad cromática del enlace,
entre la luz y el frío suicida,
es devota a la música
de mi miedo y mis parques
cuya sombra y raíz
consuelo deprimida.
Mi figura en esta máquina
se amarra al escape
intentando huir
desesperada y percibida por nadie,
porque la Reina
de los sables
corre tras de mi disfrazada de El Ángel,
atraviesa las heridas…
Y con su cruz invertida las reabre.
La tristeza hacinada
en Nosotras huele a carne
violentada y perdida.
Mi propia confusión se vuelve masacre
en el centro giratorio
de la virtud misma,
invisible en su cauce
y en todos sus días dormida.
albergado junto a Marte
y gira al revés,
los continentes de masa invertida
mueren con el furor
y sueñan inconstantes
frente al espejo de mis años
y mis personalidades divididas.
Mi corazón de esencia suicida
debía partir esta tarde;
las lágrimas desprendidas
de Él, se vuelven carne...
Fotografía original de Misha Gordin, colección Shout 1984-1987. |
Extraído de La Flecha Envenenada y Otros Textos
Milza López - 2007
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