No es que crea en este asunto del alma, pero es una forma lírica de hablar sobre aquello que tenemos dentro.
Soñé con él, que viajábamos en el mismo tren decorado con delicadeza en estilo vintage, era como viajar hacia el pasado.
Desde luego no había un final feliz, todo se enredaba aunque el tren viajaba en forma recta, sin detenerse ni doblar, todo era un sobresalto seguramente porque me lo encontraba a él, y no estaba mi verdadero yo, sino un yo antiguo como el tren.
Lo recordaba todo al despertar, lo recordaba en forma tan vívida que creí no necesitar escribirlo. Cuando volví a cerrar los ojos los sueños se fueron esfumando en medio del humo, abriendo paso una vez más al caos y la confusión de aquello en lo que estamos y no estamos. Los compañeros de viaje que somos y no somos aún sin hablarnos, tantos años después de una costumbre focalizada y reiterada. Tanto que pasó en blanco y negro desde nuestros retratos soberbios de la juventud desmesurada.
Ningún tren nos llevará al pasado, ningún andén recibirá nuestros cuerpos, ningún carro es el pasado que en otras vidas juramos perder, ningún tesoro saldrá a flote tras hundirse nuestro barco.
Milza L.
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