Como
un sonido gris en los húmedos bosques,
como
dulce de su ser, raíz de Hades;
como
cisnes blancos contra el domne,
como
vida latiendo aún en Abel
(Caín
guarda silencio)
Soledad,
miedo y suicidio en su nombre,
partida
absoluta para no volver,
lágrima
al océano sin voces
porque
hoy se pierden lunas en el último tren…
Donde
hay suspiros en la cárcel del rencor,
donde
se va su alma por culpa suprema,
donde
hay mentiras escondidas sin amor,
donde
la tarde nace con locura en mi cabeza:
estos
son los días de pérdida,
aquí
los demonios me vuelven maléfica
y
la desesperanza en los pensamientos envuelve.
Él
me quiere con amor débil,
con
amor de él,
y
me busca aunque no me sueñe
porque
aún me siente tener.
Ya
no hay tiempo en sus besos y el cofre
donde
estaba la alegría se fue a sus pies,
él
hoy va donde los silencios corren
buscando
signos de amor en su piel
Perdóname
mi amado, yo quería que volvieras
pero
no me sentí capaz de hacerte regresar;
hay
poder en mi dolor para que no vieras
lo
que dejaste de mí cuando tu ángel cayó al mar.
Ahogaste
dulzura en mi boca y en estrellas
y
yo no contuve en mí tu forma de amar;
tu
alma se fugó tras la sombra de la pérdida
por
la razón del destino, por la razón del huracán.
Desde
entonces pierdo memoria en cada día que encuentras
lejos
del nido que no pudiste olvidar,
pierdo
alma en cada paso que dejas
en
nombre del odio que no me puedes entregar;
hoy
verás mi luz tras las rejas, tras la pérdida
de
todo aquello que fue vida, que fue soñar.
Fotografía del autor, tomada al intertior del Museo Bellas Artes, Santiago de Chile. |
Extraído de "La flecha envenenada y otros textos",
Milza López, 2007.
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